La botana más dulce

El intenso, pero placentero olor a caramelo perfuma los pasillos del mercado Mariano Abasolo, en el municipio de Amecameca, en el Estado de México. Entre los marchantes del día a día resalta un local con una cazuela rebosante de caramelo de donde provienen frutos garapiñados, como gemas doradas.

Los garapiñeros son hombres y mujeres que se dedican a bañar de caramelo una extensa variedad de semillas y frutos para satisfacer el dulce antojo de los golosos. A pesar de que lo hacen ver muy sencillo, introducir el producto a un cazo de cobre con caramelo y mezclarlo con una pala de madera, requiere de años de práctica para alcanzar la mezcla y la cobertura ideal.

El secreto está en tener un ojo entrenado, cuando se alcanza a percibir una textura arenosa en el fondo o en la corona del perol, es momento de retirarlo del fuego y colocarlo en una superficie fuera de calor para bajar la temperatura; después de revolver las semillas y dejar cristalizar el azúcar, el cazo con el producto regresa al fuego para continuar batiendo.

Lograr una cobertura homogénea toma repetir este proceso dos o tres veces, y después, las semillas garapiñadas se secan en una charola en un lugar ventilado y se guardan en bolsas individuales o en bandejas a granel, para que los compradores degusten de este crujiente antojo.

Edwin Israel Ramírez es un garapiñero que le ha dedicado más de 10 años de su vida a este oficio que, al igual que muchos otros, está en peligro de extinción. Su trabajo cotidiano proviene de más de 40 años de tradición en su núcleo familiar.

“Mis padres también se dedicaban a esto; sí, es un negocio familiar que ya lleva más de 40 años. Yo nací aquí en Amecameca, aquí aprendí y todavía aquí le seguimos (…) Me gusta garapiñar, estoy por terminar la licenciatura y pues mientras, hay que trabajar”, comentó.

Los puestos de los garapiñeros, en su mayoría improvisados, son reconocidos por que lucen el tradicional cazo de cobre con una pala de madera, una estufa que lo sostiene y una mesa a rebosante de semillas. El trabajo de cocinero se hace comúnmente por las mañanas, por la tarde se transforma en vendedor de estas golosinas.

“Actualmente, más que nada, las semillas siguen en aumento de su precio, sí se vende; pero en menor cantidad; antes vendíamos por kilo, ahora vendemos por cuartos. La familia era más tradicional y llevaba para todos los integrantes, hoy en día es más de comprar comida chatarra, más botanitas; ya no es como antes”, agregó Edwin.

A pesar del incremento de los precios en la materia prima, Ramírez asegura que Amecameca es una buena zona de venta debido al turismo nacional que visita diversos atractivos en la región, por lo que garapiñar, es su principal fuente de trabajo.

«El oficio no ha cambiado mucho a excepción de los costos; lo que sí se ha hecho, en algunos puestos, es elaborar productos más novedosos», aclara.

“Los productos tradicionales son la nuez, cacahuate y pepita. Ahorita hemos metido semillas de girasol, avena, amaranto, arándanos, almendra y hasta coco garapiñado. Se garapiña coco fresco, el fruto, es muy popular. Lo malo es que a veces aquí no es bueno garapiñarlo porque se humedece por la temperatura y se deshace luego luego”, agrega.

Cada vez es más difícil hallar a los garapiñeros elaborando sus propios productos a la vista de los curiosos, sin embargo, todavía es posible encontrarlos en los lugares más remotos. El chiste es ser fiel a tu olfato y hacerle caso a tu estómago.

Por Uriel Rodríguez

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