La Navidad y sus orígenes
El origen de la Navidad tal como la conocemos hoy en día se remonta de la época de los romanos. La Saturnalia era una serie de fiestas celebradas en honor al dios Saturno, dios agrícola y protector de los campos.
Entre el 17 y 23 de noviembre, los romanos decoraban sus casas con plantas y velas para celebrar las cosechas obtenidas en otoño y como anticipo al descanso durante el invierno. Durante esos días se tenía que asistir al templo de Saturno para hacer un sacrificio y, posteriormente, comer en un gran banquete e intercambiar regalos. También solían salir a las calles a cantar y bailar, en pocas palabras, a olvidarse de las reglas que seguían durante todo el año.
Desde mediados del siglo I, el cristianismo se había ido extendido por todo el Imperio a pesar de las persecuciones. Pero para el año 313 todo cambió con la expedición del Edicto de Milán por Constantino, que daba libertad religiosa a todos los habitantes del Imperio. Las fiestas romanas se fueron fusionando con la del cristianismo y el papa Julio en 350 fijó el 25 de diciembre como la fiesta de la Natividad que conmemora el nacimiento de Cristo.
Después, con el avance del cristianismo la festividad se fue extendiendo a tierras como Egipto e Inglaterra. La Navidad se fue fusionando con una de las expresiones humanas de identidad más cotidianas: comer en la mesa.
El origen de la fiesta y la comida
Las fiestas, como la Navidad, son relevantes para la vida humana porque estructuran y moldean nuestra vida social, lo que nos da como individuos una identidad propia y refuerzan la identidad común. Por otro lado, la comida se distingue por tener un momento de consumo, ciertos valores nutricionales, así como una temporalidad o estacionalidad específicas.
La comida cumple una labor biológica y cultural, pues como seres humanos hemos sido capaces de preservar aquellos alimentos que requiere nuestro cuerpo, pero también aquellos que se ajustan a la educación y normas que surgen desde un ámbito doméstico.
Los alimentos, con el paso del tiempo, dejaron de satisfacer sólo las necesidades fisiológicas para convertirse en un símbolo para identificar a grupos sociales. Al mismo tiempo, algunos alimentos se fueron relacionando con eventos cotidianos y otros con eventos extraordinarios. En pocas palabras, la mente humana empezó a clasificar sus alimentos por cuestiones fisiológicas, geográficas, psicológicas y socioculturales. Estos factores son decisivos, pues llevaron al ser humano a escoger, producir y reproducir sus alimentos.
La comida se empezó a ingerir para marcar una pauta importante, principalmente para diferenciar la cotidianidad de la fiesta. No hay duda de que la comida en compañía es el lugar ideal para estrechar lazos. Además de eso, el hecho de comer es un medio de comunicación para expresar la identidad que se tiene en común con el resto de los invitados. Poco se sabe de cuándo el ser humano empezó a hacer esta distinción, sin embargo, vestigios aseguran que en la antigua Mesopotamia, se realizaban grandes banquetes para adorar a deidades y vincular a la sociedad.
En esta civilización, los banquetes eran ideales para hacer llegar una idea, sentimientos o intenciones a través de la comida. Actualmente, dar y recibir viene a través de un lenguaje alimentario: una receta, una forma, una orden o incluso la forma de acomodar a tus asistentes.
El origen de la Navidad mexicana
La Navidad en cada país tiene sus particularidades y México no es la excepción. En Teotihuacán, nuestros antepasados indígenas celebraban el nacimiento de Huitzilopochtli en una fiesta llamada Paquetzaliztli. En esta celebración, que se realizaba a finales de noviembre e inicios de diciembre, se comía e intercambian alimentos y regalaban pequeñas estatuas de maíz y jarabe de agave llamadas tzoatl.
Durante el Virreinato, la fiesta se cristianizó (como pasó con los romanos) y se introdujeron nuevas costumbres como las posadas y las peregrinaciones. Este sincretismo se reflejó también en las cocinas decembrinas de México. La aportación culinaria de España se mezcló con algunos ingredientes prehispánicos, un ejemplo de ello es el consumo de las tradicionales tortitas de camarón con romeritos y mole (invención conventual como lo demostramos aquí), el guajolote o pavo horneado (que servía como sacrificio en el Paquetzaliztli) y el bacalao a la vizcaína (que recordaba a una preparación cristiana como aquí dijimos).
La Navidad y su cocina son un claro ejemplo de cómo comunicar el cariño a la familia y de celebrar la salud y el hecho de estar en la mesa. Así que, disfruta cada bocado, cada presente y cada momento.
Por Miguel Guzmán
Fuentes consultadas:
Marqués, Néstor, Saturnalia: El mejor día del año, Antigua Roma, (14 de diciembre de 2021).
Verti, Sebastian, El libro clásico de la Navidad en México, Editorial Diana, 1998, pp. 335.
Montanari, Massimo, et al., Historia de la Alimentación, Ediciones Trea, 2011, pp. 1104.
Gil, Enrique, El gen festivo, Revista Mèthode, España, vol.75, 2021, p. 53 – 57.