Anthony Bourdain: la opinión que nadie quería

Su particular y descarada voz hizo que Bourdain lograra ser la figura más irreverente de la gastronomía.

Antes de convertirse en la figura mediática que compartió noodles y una cerveza con el presidente Obama en Vietnam, Anthony Bourdain escribió. The New Yorker publicó en 1999 un ensayo que, el entonces chef de Les Halles, mandó sin que nadie se lo pidiera. En el texto, Bourdain escribía que la cocina, la buena comida, se trata de sangre y órganos, crueldad y decadencia. Sus palabras dibujaban en el lector la pesadez que podía vivirse en una cocina después de estar horas encerrados insultándose en español. Esa incomodidad provocada por su voz, fue lo que convirtió a Anthony Bourdain en la personalidad a la que hoy lloramos su fin.

 

Su ensayo fue antesala al primer bestseller: Kitchen Confidential, libro que consolidó al chef como escritor y que le abrió la puerta al mundo de la televisión. “No Reservations” y “Parts Unknown” fueron los programas que nos llevaron a experimentar qué es estar sentado en un restaurante de clase trabajadora, a la hora pico en un mercado de Tailandia. Se atrevió a voltear el lente para mostrar la oscuridad de cocina de las culturas que todos habíamos escuchado, pero que no estábamos dispuestos a conocer por nosotros mismos. Bourdain lo hacía por uno.

Siempre dispuesto, despreocupado y con una audacia que todos envidiábamos, no tenía miedo de manifestarse a favor de quienes su país había afrentado. En las notas de campo de su viaje a la Ciudad de México en 2013, Bourdain cuestiona por qué los estadounidenses no pueden amar a México, pero sí aman su comida. Su respuesta es la vergüenza, la pena de los gringos se debe a que su país vecino siempre ha estado ahí, al servicio de sus deseos más oscuros.

El nulo temor para hablar de drogas, de migrantes y de hacer referencias sexuales, le ganaron un aviso al inicio de sus shows que prevenían al espectador de que lo que estaban a punto de ver no era apto para todo público. No obstante, fue precisamente ese tono lo que colocó al chef en el gusto de miles que querían adentrarse a descubrir un mundo distinto al propio, a través de la cocina.

Vía «Under the Volcano», Anthony Bourdain, Tumblr.

Su irreverencia, también aplicaba cuando hablaba de él mismo. Mientras estaba en Filipinas, el chef compartió: “Es cierto que le miento a mi hija y le digo que Ronald McDonald está relacionado en la desaparición de niños pequeños. Que detesto la comida rápida, que intento desprestigiarla en cualquier oportunidad que tengo. Pero también soy un hipócrita”. Luego lo vemos sentarse en una cadena de comida rápida y desenvolver lo que parece ser una hamburguesa y resulta ser arroz al vapor, al que entusiasmado agrega una salsa de color café y se prepara a probar.

No tomarse en serio a él mismo, como chef profesional, fue lo que le permitió meterse a las cocinas más extrañas de todos los continentes y disfrutarlo junto con nosotros. Encontró en la comida un pretexto para hablar de lo que pasaba en los mercados locales, en las filas para comprar pescado, en las panaderías familiares. Después de escribir, habló. Contó a lo que sabía ese bocado, cómo cortaban la carne y el olor que salía del horno a la mitad de la cocción. Probó de todo, compartiendo siempre su opinión. Una fascinante opinión que nadie pidió. Nadie pidió un personaje como Bourdain, pero qué bueno que existió. Hoy la cocina se siente desprotegida, porque se fue una de las pocas voces que no tenía temor a alzarse.  

 

Por María Fernanda Martínez Juárez

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