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Orígenes de la comensalidad
Aunque es un término relativamente nuevo, los orígenes de la comensalidad se dan con el Homo sapiens sapiens. Éste al decidir cómo compartir sus alimentos, logra una revolución social notable. En un inicio, el primer grupo social definido para compartir alimentos fue la familia. Posteriormente conforme el hombre evolucionó, las formas de compartir se extendieron a otros grupos.
La importancia de lo anterior se observa a través de la evolución de la humanidad, consolidando las interacciones entre grupos sociales. Esto sucedió especialmente en el ámbito religioso y ritual. Un reflejo de ello se encuentra en el pan, pues su consumo en rituales convierte a los consumidores en ‘hermanos’.
Los actos de comensalidad son definidos en cada cultura, por lo que desde el exterior podría resultar fácil identificarlos y definirlos. Sin embargo, éstos no son interpretados por los miembros de esas culturas, pues se aceptan como costumbres definidas que no tendrían que explicarse. Es decir, muchos sabemos que en un cumpleaños hay que sentarse alrededor del festejado y partir un pastel. Sin embargo, esa cuestión no es reflexionada, es una acción que se sigue realizando a través del tiempo.
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Comensalidad en la mesa
Aunque anteriormente ya existían lugares que ofrecían consomés a grandes grupos de gente que compartían una misma mesa. Los primeros restaurantes tal como los conocemos hoy surgieron en Francia al terminar la Revolución de 1789. Éstos presentaban una novedosa propuesta para la época, pues pasaron a ser espacios confinados a mesas pequeñas para separar a la gente en grupos reducidos. Por otro lado, los menús se diversificaron en opciones de las cuales los clientes podían elegir. Los inicios del restaurante como los conocemos hoy son símbolos de cómo comemos y con quién elegimos compartir nuestra comida.
Hoy en día nuestra forma de comer ha cambiado drásticamente, la comensalidad se ha adaptado al entorno industrial y a sus jornadas laborales. Con ello, también se han popularizado nuevas formas de comer, y que redefinen la convivencia en la mesa. El fast food o los restaurantes nipones para una persona (tendencia llamada solo dining) son resultado de una vida acelerada y el aislamiento social que nos apaña. Los ejemplos anteriores son elementos que debilitan indirectamente los vínculos de convivencia.
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Comer a solas, ¿es bueno?
En términos industriales, sí. Muchos establecimientos han optado por reducir el número de personas en una mesa hasta el punto de llegar a uno. De esta forma, es más fácil que una persona se siente, coma en silencio y deje el espacio libre al poco tiempo. Así, los establecimientos obtienen más ganancias y las personas aprovechan su tiempo disponible.
Por otro lado, es importante recordar que compartir los alimentos y la mesa ha ayudado a forjar lazos de comunicación especiales. La mesa compartida sabe mejor, dictan refranes por todo el mundo. La comida compartida entre amistades, familias, comunidades e incluso países es aquello que nos mantiene unidos y finalmente, nos hace sentir más humanos.
Por Paola Quiroz
Fuentes
- Coelho Costa, Ewerton Reubens. (2014). La dádiva de la hospitalidad a través de la gastronomía. Estudios y Perspectivas en Turismo, vol. 23, núm. 3, julio. Argentina. https://www.redalyc.org/pdf/1807/180731336005.pdf
- Fernández Casadevante, José Luis, Kois, y Nerea Morán Alonso. Reflexiones sobre comensalidad y cultura Dipòsit digital de documents de la UAB. https://ddd.uab.cat/pub/sobali/sobali_a2018m3n31/sobali_a2018m3n31p21.pdf
- Maury Sintjago, Eduard Antonio. (2010). Ritos de comensalidad y espacialidad. Un análisis antropo-semiótico de la alimentación. Gazeta de antropología. Chile. http://www.gazeta-antropologia.es/wp-content/uploads/G26_45Eduard_Maury_Sintjago.pdf