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Aceite esencial
- Diccionario: El pequeño Larousse Gastronomique en español
Sustancia oleosa, llamada asimismo “esencia natural”, intensamente perfumada, extraída de una flor, de un fruto, de hojas, de semillas, de una corteza, de una resina o de una raíz. Los aceites esenciales, obtenidos por destilación al vapor, o bien por expresión, se usan en la industria de los perfumes, y también se emplean cada vez más como aromatizantes alimentarios.
Encontramos aceites esenciales de albahaca, orégano, clavo de especia, romero, tomillo, vainilla y cítricos. Bastan unas gotas para aromatizar ensaladas, verduras, salsas para carnes y pescados, y postres (crema, ensalada de frutas, helados y sorbetes, y pasta para tarta). Los aceites esenciales producidos por la agricultura biológica no contienen colorantes ni conservantes. Asimismo existe un aceite de lavanda de la Alta Provenza con Denominación de Origen.
Aceite
- Diccionario: El pequeño Larousse Gastronomique en español
Materia grasa, de textura fluida a temperatura ambiente. Existen diversos aceites minerales y animales (por ejemplo, aceites de ballena, de hígado de bacalao, de foca), pero en cocina solo se emplea el que se extrae de semillas, frutas o raíces, es decir, todos de procedencia vegetal. Su valor energético es de 900 kcal o 3,762 kJ por cada 100 g. Contienen, en proporción variable, ácidos grasos benéficos para la fluidez de la sangre, la prevención de las enfermedades cardiovasculares y el descenso del colesterol: ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados (ácidos grasos esenciales), en particular los omega-6 y los omega-3. Además, los aceites vegetales aportan vitamina E.
El aceite más antiguo es, probablemente, el aceite de ajonjolí, utilizado por los egipcios. Los griegos empleaban el aceite de oliva y en Atenas el olivo era un árbol sagrado, símbolo de la vida de la ciudad. En la Antigüedad el aceite servía para la alimentación, pero también para alumbrar, uso que durante mucho tiempo se dio en toda Europa.
Se distinguen los aceites vírgenes de los refinados. Los aceites vírgenes conservan el sabor de la semilla o de la fruta de la que se han extraído. Los principales aceites vírgenes que se comercializan son de oliva, de girasol o de otras semillas (cártamo, canola, soya) o de frutos (nuez, avellana). Los aceites refinados son los que se han sometido a un tratamiento (refinado) destinado a producir un aceite que responda a criterios de aspecto (limpidez, color), de calidad organoléptica (sabor neutro), de seguridad alimentaria y de estabilidad en la conservación.
Se denominan “materias grasas concretas” las grasas vegetales sólidas a temperatura ambiente (aceite de copra, de palma, de palmito) o las animales (manteca de cerdo, sebo). Muy saturadas, estas grasas deben consumirse con mucha moderación.
Los aceites sirven como cuerpo graso de cocción (fritura, salteado, dorado), a veces mezclados con mantequilla; intervienen en sazonamientos en frío (vinagreta) o en caliente, como ingrediente de salsas y condimentos (alioli, mayonesa); constituyen un medio de conservación (sobre todo de pescados, aunque también de quesos de cabra, hierbas finas); se utilizan para los adobos y maceraciones de carne, caza y pescado.
Algunas variedades de aceite son:
Ácido graso esencial
- Diccionario: El pequeño Larousse Gastronomique en español
Algunos ácidos grasos poliinsaturados se llaman “esenciales”, ya que son aportados al organismo solo por la alimentación. Contribuyen al buen funcionamiento del sistema inmunitario, permiten reducir el nivel de colesterol “malo” y limitan los riesgos de lesiones cardíacas.
Entre los ácidos grasos esenciales encontramos: los omega-3, presentes principalmente en los aceites de canola, de soya y de nuez, pescados grasos y semigrasos, en los canónigos, la verdolaga o las espinacas; y los omega-6, que se hallan en los aceites de cártamo, de maíz, semillas de uva, soya y girasol, en las mollejas, los huevos, el pescado y la carne.
La industrialización y la alimentación animal con harinas animales han contribuido a aumentar los aportes de omega-6 (sería preferible que se alimentase a los animales con semillas de linaza). Por ello, para restablecer el equilibrio entre omega-3 y omega-6 se recomienda consumir regularmente alimentos ricos en omega-3.
Estragón
- Diccionario: El pequeño Larousse Gastronomique en español
Planta aromática de la familia de las asteráceas, originaria de Asia Central. El estragón perenne, de flores estériles, se multiplica por división en primavera. El estragón ruso, menos oscuro y aromatizado, se obtiene por siembra.
Las hojas lanceoladas y de color verde vivo del estragón, de sabor muy fino y delicado, han sido utilizadas en cocina desde el siglo XVI. Tienen múltiples empleos: frescas, aromatizan las ensaladas, los platos en gelatina, las salsas (bearnesa, gribiche, ravigote, tártara, Vincent) y una mantequilla compuesta; cocidas, se utilizan en preparaciones de pollo, de anguila (au vert), de huevos y de hortalizas. También aromatiza la mostaza y el vinagre. En puré o en crema, sirve para rellenar o decorar bouchées, barquillas, canapés, hongos o fondos de alcachofa. Se conserva bien gracias a distintos procedimientos (hervido, congelado, seco). Se utiliza para la elaboración de licores y su aceite esencial se emplea en perfumería.
Clavo
- Diccionario: Diccionario enciclopédico de la Gastronomía Mexicana
Especia de la familia de las mirtáceas que produce el árbol del mismo nombre. Es un botón floral recogido antes de que se abra y puesto a secar. Contiene una gran cantidad de aceite esencial, por ello es muy aromático y astringente; se debe utilizar en pequeñas cantidades, pues su sabor es muy penetrante, intenso y picante. Mide 12 mm de longitud con un sombrerete de 4 mm de diámetro; por esta forma es similar al clavo que usan los carpinteros. Originario de Indonesia y especialmente de las Molucas. En la cocina mexicana es muy utilizado para condimentar alimentos salados y dulces. Es muy importante en guisos salados; se incluye entero o molido en moles, adobos, escabeches y otros platillos. En cuanto a los postres, se emplea sobre todo en almíbares de frutas como el dulce de guayaba.
Bergamota
- Diccionario: El pequeño Larousse Gastronomique en español
- Fruto del bergamoto, cítrico de la familia de las rutáceas, cultivado sobre todo en Calabria, Córcega y China. La bergamota, parecida a una pequeña naranja amarilla, de sabor ácido, posee una piel que contiene un aceite esencial, utilizado tanto en perfumería (por su frecura y su delicado perfume) como en confitería. La piel se emplea en pastelería. La bergamota también es un caramelo cuadrado (parecido al sucre d’orge), de color de miel, aromatizado con esencia natural de bergamota. Esta especialidad de la región de Nancy desde 1850 fue la primera preparación de la confitería francesa que recibió un label distintivo.
- Variedad de pera, casi redonda, de piel amarillenta y carne tierna, muy dulce y perfumada.
Azúcar
- Diccionario: El pequeño Larousse Gastronomique en español
Sustancia de sabor dulce que se forma naturalmente en las hojas de numerosas plantas y se concentra en sus raíces o tallos. Hay azúcar en el maple en Canadá, en la palmera datilera en África, en el sorgo, en la uva, etc., pero sobre todo se extrae de la caña de azúcar en las regiones tropicales y de la remolacha (betabel) azucarera en las regiones templadas.
El azúcar es un glúcido simple de sabor dulce, por oposición al almidón, un glúcido complejo sin sabor dulce. El término azúcar, en singular, está reservado legalmente al azúcar de caña o de remolacha, llamado oficialmente “sacarosa”. En plural se aplica asimismo a la glucosa (o dextrosa), extraída del maíz; a la fructosa (o levulosa), que es el azúcar de las frutas; a la galactosa, extraída de la lactosa (componente de la leche); y a la manosa, azúcar de la piel de naranja.
Varios miles de años antes de nuestra era se utilizaba ya el azúcar en Asia en forma de jarabe de caña, mientras que en Europa y América la miel de abeja (algunas civilizaciones prehispánicas utilizaban también miel de hormigas) y las frutas eran la única fuente de sabor dulce. En el siglo IV a.C., Alejandro Magno trajo consigo, como hizo Darío antes que él, la “caña dulce”, de la que se extraía el çarkara, cristal obtenido a partir del jugo de la planta. Su cultivo se extendió por la cuenca mediterránea y por África. De esta manera, acababa de nacer un nuevo alimento.
En el siglo XII, gracias a las cruzadas, en muchas zonas europeas se descubrió esta “especia” que los boticarios comenzaron a vender en diversas formas y a precio elevado. El azúcar permitió el desarrollo de la confitería y de la pastelería, pero habitualmente se empleaba para “sazonar” las carnes y los alimentos salados.
En el siglo XV, los españoles y los portugueses establecieron plantaciones de caña en sus posesiones africanas (Canarias, Madeira, Cabo Verde), a fin de librarse del monopolio de los productores mediterráneos. Este cultivo se extendió a Cuba, Brasil y México, y más tarde a las islas del océano Índico, a Indonesia y finalmente a Filipinas y Oceanía. Las Antillas, que se convirtieron en “islas del azúcar”, aprovisionaron desde entonces las refinerías de los puertos europeos.
En el siglo XVII, la moda del café, del té y del chocolate desarrolló sensiblemente el consumo de azúcar.
Para fabricar azúcar se deben recoger los betabeles y las cañas de azúcar y transformarse rápidamente para que no pierdan su índice de azúcar. Las azucareras están implantadas, pues, cerca de los cultivos, y funcionan sin interrupción durante toda la “campaña del azúcar” (de 70 a 80 días entre septiembre y diciembre).
El principio de la fabricación consiste en aislar la sacarosa, eliminando sucesivamente los demás constituyentes de la planta. El jugo de betabel se extrae de las raíces (cortadas en “peladuras”) mediante difusión en agua caliente. El jugo de caña se obtiene mediante molido y presión de los tallos. Este jugo se mezcla con lechada de cal, que retiene las impurezas, y luego se le añade gas carbónico, que las precipita. El jugo, que contiene en este momento 13% de azúcar, se somete a una evaporación al vacío, que elimina el agua. Se lleva luego a ebullición y se transforma en jarabe con 65% de azúcar. La cristalización de esta “masa cocida” se provoca mediante la adición de azúcar lustre (sementera) y se prolonga en las amasadoras. Después de la eliminación del “agua madre” mediante escurrido, el azúcar recogido se muele, se seca y se acondiciona en sus distintas formas.
Una azucarera de caña fabrica principalmente azúcar en bruto y a continuación éste se traslada a las refinerías de los países importadores. En cambio, una azucarera de betabel produce hoy en día directamente azúcar blanco, sin pasar por el estadio del refinado. Éste consiste en una refusión, recristalización y turbinado de los jarabes depurados, y proporciona azúcares puros. No hay diferencia entre el refinado del azúcar de caña y el del azúcar de betabel.
Algunas clases de azúcar son:
– Azúcar blanco o azúcar refinado. Puede ser de betabel o de caña y contiene al menos 99,7% de sacarosa pura (y generalmente más de 99,9%). Tiene una humedad inferior al 0,06% y un índice de azúcar invertido inferior al 0,04%.
– Azúcar cristalizado. Procede directamente de la cristalización del jarabe y se presenta en cristales finos.
– Azúcar en polvo. Este azúcar cristalizado molido y tamizado.
– Azúcar en trozos. Se obtiene mediante molido de azúcar cristalizado humidificado en caliente, y luego secado para soldar los cristales.
– Azúcar moreno o azúcar terciado. Posee de 85 a 98% de sacarosa y ciertas impurezas, que le dan su color más o menos acentuado y su sabor característico.
– Azúcar glass o azúcar impalpable. Este azúcar cristalizado, molido muy fino hasta formar un polvo impalpable, incluye 3% de almidón para evitar que cuaje en bloque.
– Mascabado. Este azúcar de betabel o de caña es un producto de consistencia blanda, dorado o moreno, de sabor acentuado.
– Candi. Se compone de cristales morenos muy grandes, obtenidos por cristalización al aire de azúcar moreno.
– Azúcar líquido o jarabe de azúcar. Esta solución de azúcar incoloro o ambarino contiene un mínimo de 62% de materias secas (con menos de 3% de azúcar invertido).
– Azúcar invertido. Obtenido mediante la acción de ácidos sobre la sacarosa, está compuesto por glucosa y fructosa a partes iguales, además de un poco de sacarosa no invertida.
– Azúcar para confituras. Este azúcar cristalizado blanco al que se ha añadido pectina natural (de 0,4 a 1%) y ácido cítrico (de 0,6 a 0,9%), que a veces se reemplaza parcialmente por ácido tártrico, facilita la gelificación de las confituras y la obtención de los sorbetes caseros.
– Azúcar en grano. Se compone de granos redondeados obtenidos machacando trozos o lingotes de azúcar muy puro, elegidos por su grosor en el tamiz.
– Azúcar avainillado. Azúcar en polvo, al que se ha añadido al menos 10% de extracto en polvo o de esencia de vainilla.
– Alcorza (pastillage). Azúcar lustre al que se ha añadido gelatina de almidón, fécula o goma.
El azúcar, que se asimila con mucha rapidez, constituye el combustible necesario para los tejidos del organismo, en particular los de los músculos y el cerebro. El índice de glucosa en la sangre debe ser constante (aproximadamente 1 g por litro).
El azúcar ocupa un lugar importante en la alimentación, a causa de la diversidad de sus funciones. Como todos los glúcidos, es un alimento energético (400 kcal o 1,672 kJ por cada 100 g). También es una golosina, así como un condimento que interviene en numerosos platos salados, pues potencia el sabor de los demás alimentos. En particular participa en el glaseado de cebollas, zanahorias y nabos, así como en la caramelización de las reducciones. Además desempeña una función importante como conservante: en las mermeladas, las flores cristalizadas, las frutas confitadas o glaseadas, las jaleas, las confituras y las pastas de fruta.
El azúcar se asocia a numerosas bebidas calientes o frías, cuyo sabor completa, refuerza, mejora o suaviza (café, chocolate, infusiones, jugos de frutas, sodas, té). Desempeña el mismo papel con los diversos productos lácteos, las macedonias de frutas, las compotas y las frutas en almíbar.
También es uno de los ingredientes esenciales en la repostería. Es componente de las masas de pastelería, de las cremas, de los elementos de decoración, etc.
El azúcar, blanco, brillante, inodoro y de sabor dulce, es tanto más soluble en agua cuanto mayor sea la temperatura de ésta. Un litro de agua puede disolver 2 kg de azúcar a 19 °C y cerca de 5 kg a 100 °C. En cambio, es difícilmente soluble en alcohol. Calentado en seco, comienza a fundirse hacia los 160 °C. Se convierte en caramelo a partir de 170 °C y se quema hacia 190 °C.
La cocción del azúcar se realiza en una sartén de fondo grueso, de cobre no estañado o de acero inoxidable, muy limpia y sin rastros grasos. Se debe elegir azúcar blanco refinado (en polvo o, aún mejor, en trozos), que se moja con 300 g de agua como máximo por cada kilo. El azúcar refinado es el más puro, por lo que hay menos riesgo de que cristalice bajo la acción de una impureza. Para mayores precauciones, se añaden de 50 a 100 g de glucosa (cristal o líquida) por kilo de azúcar, o unas gotas de vinagre o de jugo de limón. Nunca se debe remover, solo sacudir ligeramente el recipiente.
La cocción del azúcar comienza a fuego lento, y luego se va aumentando la temperatura cuando ya está disuelto, vigilando constantemente, puesto que las distintas etapas, muy próximas entre sí, corresponden a empleos particulares. La medida de la cocción se realiza manualmente (las características físicas del azúcar indican el punto que se alcanza), ya sea con el aerómetro de jarabe, que evalúa la densidad, o con un termómetro de cocción de azúcar, graduado hasta 200 °C.
Cada una de las etapas de cocción corresponde a utilizaciones particulares.
– Punto de napado (100 °C). El jarabe, absolutamente translúcido, entra en ebullición. Empleos: baba, frutas en almíbar, savarin.
– Punto de hebra fina (103-105 °C). El jarabe es ligeramente espeso, si se coge entre los dedos forma un filamento muy fino de 2 a 3 mm, que se rompe fácilmente. Empleos: frutas confitadas, pasta de almendra.
– Punto de hebra gruesa (106-110 °C). El hilillo obtenido entre los dedos es más resistente y alcanza 5 mm. Empleos: crema de mantequilla, recetas que indiquen “jarabe de azúcar”.
– Punto de perlita (110-112 °C). El jarabe se cubre en su superficie con unas burbujas redondas. Si se se coge entre los dedos, forma un hilillo ancho y sólido. Empleos: fondant, turrón.
– Punto de gran perla (113-115 °C). El hilillo de azúcar extendido entre los dedos puede alcanzar 2 cm. Empleos: frutas escarchadas, glasa, marrons glacés, jarabes para confituras.
– Punto de bola flojo (116-125 °C). Una gota de jarabe sumergida en agua fría forma una bola blanda. Empleos: caramelos blandos, confituras y jaleas, merengue italiano, nougat.
– Punto de bola fuerte (126-135 °C). La bola de jarabe que se forma en el agua fría es más dura. Empleos: caramelo, confituras, decoraciones de azúcar, merengue italiano.
– Punto de caramelo flojo (136-140 °C). La gota de jarabe se endurece inmediatamente en agua fría, pero se pega a los dientes. El azúcar no se utiliza en este estadio.
– Punto de caramelo fuerte (145-155 °C). La gota de jarabe sumergida en agua fría se vuelve casi dura y se rompe como el cristal, pero no se pega. Empleos: algodón de azúcar, caramelos de azúcar cocido, decoraciones de azúcar hilado, flores de azúcar, azúcar soplado.
– Caramelo o crocante claro (156-165 °C). El jarabe, que ya casi no contiene agua, se transforma en sucre d’orge y luego en caramelo. En el primer caso es amarillo y en el segundo se vuelve dorado y oscuro. Empleos: aromatización de postres, caramelos y nougatine, caramelización de moldes, de flanes, azúcar hilado, glasas, aromatización de puddings.
– Caramelo o crocante oscuro (166-175 °C). El azúcar se oscurece y pierde su poder edulcorante. Las preparaciones a base de caramelo más o menos oscuro deben endulzarse. El caramelo oscuro, último estadio de la cocción antes de la carbonización, sirve sobre todo para dar color a salsas y caldos.
El azúcar que se emplea en pastelería puede elaborarse de distintas maneras.
– Azúcar hilado. Cocido hacia 155 °C y un poco enfriado, se lanza con la ayuda de un tenedor y desde cierta altura encima de un rodillo al que se infunde un movimiento de vaivén. Los filamentos obtenidos se extienden sobre un mármol, ligeramente aplanados con la parte plana de un cuchillo para obtener cintas o utilizados como velo.
– Azúcar estirado. Mezcla de azúcar, glucosa, ácido tartárico o crémor tártaro y agua. Se cuece a 155 °C, se vierte sobre un mármol untado con aceite, se deja enfriar a unos 70 °C y a continuación se satina estirando y doblando el azúcar. Tiene un aspecto opaco y satinado.
– Azúcar en lámina. Se cuece hasta el punto de caramelo flojo, se le da color si se desea y se enmolda en formas para obtener copas, borlas, campanitas, etc.
– Azúcar soplado. Se cuece hacia 145-150 °C, se colorea si se desea y se sopla como el vidrio. El pastelero puede realizar de este modo flores y hojas de azúcar estirado y coloreado, cintas, nudos y conchas de azúcar también estirado, cestas y canastos de azúcar trenzado (azúcar hilado en forma de cordel, trenzado y enfriado), copetes de azúcar hilado, etc. Los azúcares coloreados se obtienen con azúcar en polvo grueso, que luego se pone en remojo con colores solubles en alcohol. Además, los azúcares pueden aromatizarse con la ayuda de piel de cítrico, canela, anís, clavo de olor, jengibre o pétalos de flores secas y picadas.
Tomillo
- Diccionario: El pequeño Larousse Gastronomique en español
Planta vivaz y aromática de la familia de las labiáceas, de pequeñas hojas de color verde grisáceo. Existen diferentes variedades: el tomillo silvestre o serpol, que es meridional; el tomillo de invierno o tomillo alemán (Thymus vulgaris), más alto, de hojas más anchas, de sabor más amargo; y el tomillo limonero (T. citriodorus), que aromatiza agradablemente distintas preparaciones, pero no soporta la cocción.
El tomillo, uno de los aromatizantes de base de la cocina, contiene un aceite esencial, el timol, de olor muy intenso y propiedades antisépticas. Solo o en el ramillete de hierbas aromáticas, fresco o seco, el tomillo interviene en platillos de cocciones largas, en la salsa meurette, los pescados al horno, etc. Puede realzar, si es fresco, los huevos revueltos, las ensaladas, un coulis de jitomate o las lentejas. El tomillo sirve para preparar infusiones y ciertos licores caseros.
Lípidos
- Diccionario: El pequeño Larousse Gastronomique en español
Nombre científico de las grasas compuestas por ácidos grasos y fuente importante de la energía proporcionada por la alimentación (1 g de lípidos aporta 9 kcal o 39 kJ). Un 95% de los lípidos presentes en el cuerpo, como los que proporcionan los alimentos, son triglicéridos (combinación de una molécula de glicerol con tres ácidos grasos) y fosfolípidos. Nuestro cerebro contiene entre 50 y 70% de lípidos. Los lípidos alimentarios son o bien saturados (obtenidos de grasas animales, a excepción del pescado) o bien insaturados (extraídos de grasas de pescados o de vegetales, como el aguacate y las semillas oleaginosas). El consumo de los primeros debe limitarse, ya que su exceso puede ser responsable de enfermedades cardiovasculares; los segundos deben priorizarse, ya que tienen un efecto beneficioso para la inmunidad, la protección cardiovascular y contra el cáncer. Algunos lípidos aportan ácidos grasos esenciales, los omega-3 y omega-6.
Los lípidos aportados por la alimentación son o bien los cuerpos grasos añadidos utilizados en cocina o para aliñar, como el aceite, la mantequilla y la crema, o bien las grasas de constitución de los alimentos (embutidos, queso, chocolate, carnes grasas, frutas oleaginosas, etc.). Éstas son grasas llamadas “ocultas”, ya que forman parte de los alimentos o son añadidas durante la elaboración de los productos, tanto industriales como artesanales (bizcochos, salchichas, etc.). Es aconsejable equilibrar los cuerpos grasos entre la mantequilla por un lado y el aceite y la margarina por el otro (para conseguir un buen equilibrio entre las grasas monoinsaturadas, poliinsaturadas y saturadas), moderar el consumo de alimentos que sean ricos en grasa en su constitución (escoger las partes menos grasas y quitar la grasa de la carne) y limitar las grasas añadidas. Es recomendable que la ración energética, proveniente de lípidos, se sitúe entre 30 y 35% de la ingesta diaria.
Omega-3 y omega-6
- Diccionario: El pequeño Larousse Gastronomique en español
Ácidos grasos esenciales que deben ser aportados necesariamente por la alimentación, ya que el organismo no los sintetiza. El omega-3 (entre ellos el ácido alfa-linolénico) y el omega-6 (entre ellos los ácidos linoleico y araquidónico) tienen un papel fundamental e intervienen cada uno en diferentes niveles en los sistemas cardiovascular, endocrino e inmunitario. Todo aporte excesivo de uno de ellos comporta una alteración del metabolismo del otro y una carencia relativa. Como la alimentación industrial es rica en omega-6, hay que procurar consumir regularmente alimentos ricos en omega-3 para restablecer el equilibrio (aceites de canola, de soya y de nuez, pescados grasos y semigrasos, verdolaga, espinacas, nueces, almendras o germinado de trigo).
Mejorana
- Diccionario: El pequeño Larousse Gastronomique en español
Planta aromática de la familia de las lamiáceas, originaria de Asia. La mejorana se emplea sobre todo en la cocina meridional y oriental: pizza, estofado a la romana o salsa de jitomate, aunque también en las brochetas de cordero a la parrilla, el gulasch o el pescado al horno. Acompaña a las leguminosas y las vinagretas. De ella se extrae además un aceite esencial muy perfumado, utilizado en la industria alimentaria.
Girasol
- Diccionario: El pequeño Larousse Gastronomique en español
Planta oleaginosa de la familia de las asteráceas, originaria de América del Norte, cultivada hoy en numerosos países.
El aceite que se extrae de las semillas de girasol es rico en ácidos grasos esenciales, con un muy fuerte índice de omega-6. Es conveniente para la preparación de mayonesas y se puede utilizar para la cocción.
Las semillas de girasol se pueden consumir como botana y se utilizan en la fabricación de panes especiales; son muy energéticas.
Tras la extracción del aceite por trituración de las semillas se recupera la parte sólida para la alimentación de los animales de cría.