¿Qué relación tienen los alimentos con nuestras emociones?

Conoce cómo se relaciona lo que comemos con nuestras emociones y cómo se afectan entre sí. La relación entre alimentos y emociones es compleja, más de lo que podemos suponer. Por un lado, nuestras emociones definen, de cierto modo, la forma en que nos alimentamos. Por otra parte, los alimentos que consumimos afectan nuestro estado emocional.

Cultura culinaria

Los hábitos alimenticios 

Se sabe que la manera en que gestionamos nuestras emociones tiene que ver, de cierto modo, con la forma en que consumimos nuestros alimentos. Esta manera de comer es tan común que se ha nombrado, descrito e, incluso, se han estudiado sus consecuencias en nuestra salud. 

Así pues, se han descrito las características de la llamada “alimentación emocional”, dado que comer descontrolada y desorganizadamente, impulsados por las emociones, estrés, ansiedad o algún problema en nuestro entorno, puede tener un impacto grande en nuestra salud. 

Sin embargo, también es cierto que el tipo de alimentos que consumimos tiene un efecto en nuestras emociones, en nuestro estado de ánimo y, en última instancia, dentro de un esquema más complejo, en nuestra salud mental. 

Ya hemos explorado la relación entre el placer y la alimentación, por ejemplo, y, en consecuencia, sabemos que la ingesta de alimentos ricos en grasas y azúcares nos proporciona dos liberaciones de dopamina. Pero más allá de la sensación placentera que podemos experimentar al ingerir este tipo de alimentos, llevar una dieta balanceada y saludable de manera habitual puede fomentar un mejor estado de ánimo, así como ayudar a prevenir trastornos mentales como la depresión. 

Y, así como existen dietas que ayudan a mejorar nuestro estado de ánimo, existen otras que trabajan en el sentido opuesto. Veamos algunos ejemplos. 

Alimentación y estado de ánimo (con recomendaciones) 

Una dieta alta en grasas puede tener efectos negativos en el reloj biológico de la gente, es decir, en los ritmos internos del cuerpo. Según la nota, gracias a un estudio del doctor John Bas, de la Northwestern University, se descubrió que este tipo de alimentación en ratones puede alterar estos ciclos en cuestión de días. En humanos, por otro lado, los procesos son más complejos y no son tan inmediatos, sin embargo, este tipo de alimentación puede tener efectos adversos en la salud. 

Este tipo de estudios se popularizaron hasta tal grado que hoy tenemos mucha información al respecto. En esta publicación de CEAN Psiquiatras, se habla de circunstancias o características que tienen en común las personas con cuadros depresivos y la importancia que tienen en su inicio, su gravedad y duración. 

En la misma nota se concluye que “Los alimentos con bajo nivel de índice glucémico (IG) como frutas, verduras y cereales integrales proporcionan un efecto duradero en el estado de ánimo y en el nivel de energía mientras que los alimentos con alto IG (principalmente dulces) proporcionan un efecto temporal”. 

No obstante, lo cierto es que, dentro de un panorama complejo, la nutrición, el estilo de vida y los hábitos saludables, como el ejercicio y una dieta balanceada, son parte importante del tratamiento de la depresión. 

Nada de esto quiere decir que la alimentación por sí misma pueda curar la depresión, como se comenta en esta nota de ABC Familia. Sin embargo, se sugiere que, con la finalidad de prevenir la depresión, se incorporen hábitos saludables a la vida diaria, tales como reducir el consumo de alimentos endulzados con azúcar, o comida rápida; favorecer el consumo de carne blanca por encima de la carne roja; y tomar alimentos ricos en ácidos grasos poliinsaturados con Omega-3; además de hacer ejercicio regularmente y tener un correcto patrón de sueño.  

Un nuevo panorama 

Como ya mencionamos, este tipo de estudios que buscan comprender el impacto de la nutrición en nuestro estado de ánimo o, mejor aún, en nuestra salud mental ha arrojado una vasta cantidad de información al respecto. 

De acuerdo con una nota publicada por el New York Times a mediados del 2021, este tipo de estudios (y sus hallazgos) provienen de un campo de investigación emergente llamado “psiquiatría nutricional”, y el primer ensayo importante al respecto ser publicó en 2017 y arrojó resultados bastante interesantes. 

Para el estudio se seleccionaron a 67 personas con depresión y se dividieron en dos grupos, uno de ellos acudía a consultas con nutriólogos y el otro recibía apoyo social. De acuerdo con la nota, “A ambos grupos se les aconsejó que siguieran tomando cualquier antidepresivo u otro medicamento que se les hubiera recetado”. 

El resultado fue que ambos grupos mejoraron, sin embargo, el grupo que siguió la dieta saludable mejoró notoriamente más que el otro grupo.  

Psiquiatría y alimentación 

La suposición de que existe esta relación no es para nada novedosa. Ya en el siglo XIX, el escritor inglés Charles Lamb argumentaba en su ensayo “La melancolía de los sastres” la posibilidad de que su estado de ánimo pudiera ser causado por su dieta. Sin embargo, ahora se comprende que, además de la alimentación y aspectos nutricionales, existen numerosos factores que pueden modificar tanto el estado anímico de la gente como su salud mental.  

Según menciona O’Connor, el doctor Drew Ramsey, psiquiatra y profesor clínico adjunto del Colegio de Médicos y Cirujanos de la Universidad de Columbia, en Nueva York, ha incorporado la práctica de explorar la dieta de sus pacientes además de hacer el historial psiquiátrico de ellos. Además, Ramsey es autor del libro Eat to Beat Depression and Anxiety. 

Ahora, vale la pena reconocer que no todos los resultados de estos estudios han sido positivos ni garantizan que consumir alimentos saludables cure la depresión, mucho menos en grupos de riesgo. 

O’Connor concluye su nota comentando: “Ramsey dijo que no quiere que la gente piense que el único factor que interviene en la salud del cerebro es la alimentación ‘Mucha gente se alimenta correctamente, lleva una vida muy activa y aun así tiene problemas importantes con su salud mental’”. Además, agrega: “No podemos controlar nuestros genes, quiénes fueron nuestros padres, o si nos ocurren actos aleatorios de trauma o violencia. […] Pero podemos controlar cómo comemos, y eso le da a la gente cosas que pueden hacer para cuidar su salud cerebral a diario”. 

Por Ulises Granados 

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