Diccionario gastronómico

Alegría

Dulce de amaranto tostado, mezclado con miel de abeja, de azúcar o de piloncillo, y en ocasiones con nueces, pasas y cacahuates. La mezcla caliente se vacía en moldes, se presiona y se coloca en bastidores para dejarla secar; una vez fría se desmolda y se corta en diversas formas que pueden ser ruedas, cuadros o rectángulos y se envuelve en papel celofán transparente para su venta. Es considerado el dulce más antiguo de México.

En la época prehispánica, cuando no se conocía el azúcar de caña, se empleaba para su elaboración miel de maguey o miel de la hormiga mielera. Este dulce tuvo un alto sentido religioso, utilizado en ceremonias y rituales en forma de galletas o panecillos. Con la mezcla también se formaban grandes esculturas de los dioses Huitzilopochtli y Chicomecóatl, que se mezclaban con sangre o miel de aguamiel. Estas figuras les parecieron horrorizantes y demoniacas a los españoles, quienes prohibieron su cultivo, pues vieron en ellas una manera de comunión que se oponía a la religión católica. En fechas posteriores a la Conquista, en el siglo XVI, fray Martín de Valencia tuvo la idea de mezclar la miel de abeja con las semillas de amaranto. Así se volvió a comer este dulce al que se llamó alegría, por el sentimiento que provocó a los antiguos habitantes de México comerlo nuevamente.

Muy popular en el Distrito Federal y estados circunvecinos; los matlatzincas del Estado de México las hacen aún de forma artesanal y se dice que ellos hacen las mejores. En náhuatl el dulce se llamaba tzoalli tzoualli, palabra que se españolizó como suale. Estos son nombres olvidados por la pérdida de la lengua náhuatl, la prohibición del cultivo del amaranto y el paso del tiempo.

Foto: Barras de dulce de alegría. © Ediciones Larousse / Francisco Palma.

Foto: Barras de dulce de alegría. © Ediciones Larousse / Francisco Palma.
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