En México tenemos una confusión con las pitayas y las pitahayas; dependiendo a quién se le pregunte, la fruta es diferente.
Para mí, las pitahayas son las que crecen en el sureste, su cáscara es de un bello color rosa, sin espinas, con una pulpa muy blanca o roja y con muchas semillas negras tan pequeñas que se suelen comer con todo y la pulpa.
Las pitayas son las que se encuentran más al centro y norte del país; provienen de un tipo de cactácea y su forma recuerda a la de la tuna. Miden 8 centímetros de largo por 5 centímetros de ancho; principalmente son rojas, pero hay de otros colores. En particular me gustan las que se colectan en los campos áridos de la península de Baja California, cerca de Cabo San Lucas, que son color vino, y las de sorprendente color amarillo.
Procedimiento
Pele las pitayas y hágalas puré. Mezcle la pulpa con el jugo de limón y el mezcal.
Bata la mezcla enérgicamente, añadiendo el azúcar poco a poco. Meta al congelador durante 2 horas.
Saque la preparación, bátala de nuevo y regrese al congelador por 2 horas más.
Repita esta operación una vez más y deje congelar completamente.
Sirva la nieve en recipientes de cristal decorada con las rebanadas de pitahaya.
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