La capirotada es un postre muy popular hecho con miel de piloncillo con agua o leche, almendras, cacahuates o pasas, y a veces queso.
Este postre, que principalmente se hace en la cuaresma, es muy antiguo; se sabe que ya se acostumbraba en el siglo XVII. En mi Diccionario enciclopédico de gastronomía mexicana hago un recuento de por lo menos tres estados que registran la capirotada como un postre tradicional, y todos presentan ligeras variantes. En Colima se hacen la capirotada de agua y la de leche; en San Luis Potosí, la capirotada blanca. En algunos lugares, el fondo del molde o la cazuela se cubre con una capa de tortillas de maíz para que las rebanadas no se peguen durante el horneado. Es importante utilizar un pan cuya masa interior sea densa, que esté bien oreado por lo menos 1 día e incluso se puede tostar ligeramente. En unas regiones del país, como Michoacán, se venden bolsas de pan rebanado y seco para capirotada.
Tradicionalmente, se presenta como un postre que se sirve en pequeñas cantidades a temperatura ambiente o fría; a mí me gusta incluso caliente o tibia y, aunque no es muy tradicional, puede acompañarse con helado de vainilla.
En otras regiones del país se sirve acompañada con un vaso de leche.